El jefe de la Unidad de cuidados intensivos del Hospital Privado de Comunidad, Mariano Esperatti, advirtió que el sistema sanitario está "realmente al límite". "Si seguimos con este ritmo, no vamos a poder dar la atención adecuada por muchas semanas más", marcó.
por Hernán Kloosterman
Nació en un hogar humilde. Papá, obrero y mamá, enfermera. La fascinación que le despertaba el médico de familia en su pueblo lo impulsó a seguir sus pasos. Se recibió en la Universidad de La Plata y se doctoró en Barcelona. Se llama Mariano Esperatti y es el jefe de la Unidad de cuidados intensivos del Hospital Privado de Comunidad.
Al igual que sus colegas siente el agotamiento de la lucha contra el virus que cambió al mundo. Duerme pocas horas y no tiene fines de semana: el crecimiento exponencial del contagio en la ciudad impactó con dureza en el trabajo del personal de salud.
Mientras asegura que no puede destinar muchas energías en lamentar el poco cuidado de parte de la sociedad, hace un diagnóstico crudo de la realidad del sistema de salud: “Si no hay un drástico descenso de casos, la tasa de letalidad va a aumentar”.
El profesional le explica con simpleza a LA CAPITAL el escenario sanitario que puede presentar Mar del Plata en las próximas semanas. “Se estima que del total de infectados un 20% van a necesitar internación y un 5% va a requerir terapia intensiva. No hay camas operativas para asistir a enfermos con este ritmo de contagios”, diagnosticó.
La explicación que hace el profesional es matemática y la cuenta resulta bastante simple. “Si tenemos 150 contagios diarios, en diez días vamos a tener entre 1.500 y 2.000 y eso implica que vamos a tener una necesidad de camas de terapia de entre 50 y 100 de las que no disponemos. No hay más de 110 camas operativas en Mar del Plata y el 90% están ocupadas. Con eso, ya no hay más cuentas que hacer”, consideró.
Al exponer esos datos, Esperatti advirtió que “si no hay un descenso drástico en los próximos días, va haber problemas graves”. “Si seguimos con este ritmo, no vamos a poder brindar la atención adecuada por muchas semanas más”, reforzó.
– ¿Entonces?
– Necesitamos una disminución drástica y eso solo se consigue con la limitación del contacto, con tomar las medidas que ya todo el mundo conoce y sobre todo, las reuniones sociales en lugares cerrados que no sean necesarias hay que evitarlas por todos los medios: hacer esto salva vidas. Hacemos un llamado a la población.
– ¿La situación es límite?
– Se habla mucho de disponibilidad, como si la cama fuera una material que se ocupara de asistir a pacientes. La diferencia de que a los pacientes les vaya bien o no la hace el trabajo de un equipo y los recursos materiales e insumos. El cuello de botella está dado por el recurso humano: es insuficiente. Y en lo que llamamos cama operativa, estamos realmente al límite. No podemos seguir con esta meseta alta o curva ascendente porque no vamos a poder asistir a todos los enfermos. Estamos trabajando al límite.
– ¿Qué sensaciones invaden por estos días al personal de salud?
– Las sensaciones son múltiples. La sensación más positiva y satisfactoria siempre es poder sacar enfermos adelante y poder hacer que sobrevivan. Pero el equipo está exhausto y eso tiene que ver con la carga de trabajo y con que el equipo se va diezmando porque nos vamos enfermando o tenemos que aislarnos preventivamente. Por aislamiento o enfermedad nos vamos quedando con un equipo más reducido. Y eso provoca que tengamos una carga de trabajo que de ninguna manera es natural y saludable.
– ¿Y los sentimientos que provocan les generan los que desafían el aislamiento y los cuidados?
– Esto ocasiona una enorme impotencia. Muchos sentimientos y sensaciones negativas pero no nos podemos centrar en esto. En la tarea nuestra de cada día, estamos sin tiempo para nada. Le tenemos que dedicar todo el tiempo y la energía a nuestros pacientes y a tratar las consecuencias de esas conductas irresponsables.
– ¿Cuánto modificó el virus el trabajo habitual en la terapia intensiva?
– Para nosotros no es una actividad tan distinta, pero claramente tiene particularidades que eran desconocidas.
Entre ellas está el altísimo grado de contagiosidad que tiene y aquí sí se ha modificado dramáticamente nuestra tarea porque implica la utilización de elementos que habitualmente no usamos y hace más engorroso nuestro trabajo. No sólo nos ha desafiado la pandemia por las particularidades de la enfermedad sino por la carga de trabajo.
“En otro país yo jamás hubiera podido estar en este lugar”
Mariano Esperatti es oriundo de Juan N. Fernández, un pueblo de 3.000 habitantes. “Un lugar de ensueño para vivir la infancia”, define. En 1998 se recibió en la Universidad de La Plata y es la primera generación universitaria de su familia. “Mis padres hicieron un esfuerzo titánico para que yo y mi hermana pudiéramos estudiar. Por eso, es una gigantesca satisfacción. Esto lo permitió un conjunto de factores: en otro país yo jamás hubiera podido estar en este lugar ni hacer esto. Lo permitió mi familia y sobre todo el sistema de la Universidad Pública y gratuita que permite que gente como yo, hijo de obreros, podamos acceder a la educación universitaria de calidad y proyectarnos”.
Terapia intensiva
El profesional reivindicó el rol de la terapia intensiva y señaló que es “la unidad de la vida”. “A veces se la toma como el lugar de la muerte y a mí me gusta mostrarlo con la imagen inversa. El 80% de los pacientes que entran a terapia intensiva, sobrevive. Y los que entran, tienen poca chances de sobrevivir si no hubieran entrado a una unidad de cuidados intensivos. Entonces, es la unidad de la vida. Pasamos de tener las máximas chances de morir a las máximas chances de sobrevivir. En ese sentido es tremendamente satisfactorio”, destacó Esperatti.